Los ríos de Colombia, desde décadas atrás, guardan relatos de desaparición forzada y crímenes de lesa humanidad donde el agua es el lugar perfecto para borrar todo rastro de identidad de personas y comunidades. Este proyecto desarrollado en 2019 retrata historias y personajes que han sido testigos de aquello que el Río Cauca, el segundo rio más grande de mi país, ha dejado de callar sobre la desaparición.
Desde la represa de La Salvajina, en el sur del departamento del Cauca, hasta el centro-occidente del país en el municipio de Arauca, en Caldas se mantiene viva la memoria de este rio como un lugar de vida y muerte. Estos municipios guardan historias de pescadores, testigos silenciados de una decadencia violenta por la presencia paramilitar que provocó decenas de cuerpos flotantes río arriba; historias de líderes que siguen buscando alivio psicológico y material para los familiares de las víctimas; historias de bomberos que registraron a diario en sus minutas los rescates hechos para salvar esos cuerpos; historias de pueblos que han tenido que enterrar los muertos que no consideran como suyos.